Era
Ella. No estaba feliz, tampoco triste. Simplemente era. Escuchaba a Lana del Rey mientras el humo inundaba sus pulmones. A veces una lágrima se escurría por su cara. Se sentaba al lado de la ventana y se quedaba ahí, observando el mundo. Los árboles se agitaban, miles de coches pasaban a toda velocidad y la gente, la gente caminaba a toda prisa. Nadie miraba a nadie, sólo se fijaban en las pequeñas pantallas que tenían entre las manos. Entre tanto ella se preguntaba por qué con la cantidad de gente que había, alguien se había fijado en ella. Será que ese alguien, como ella, no miraban pantallas y caminando por la calle buscaban los ojos de la gente, lo cual es toda una osadía. Un repiqueteo en el cristal. Comenzó a llover. Ella seguía recordando lo que en algún momento ella consideró felicidad. Una sonrisa de oreja a oreja se reflejó en el cristal, y el sonido de un cigarro consumiéndose era lo único que se oía. “Volverán esos días”, pensó. Y nunca había estado tan segura de algo en...