Era
Ella. No estaba feliz, tampoco triste. Simplemente era.
Escuchaba a Lana del Rey mientras el humo inundaba sus pulmones. A veces una lágrima se escurría por su cara. Se sentaba al lado de la ventana y se quedaba ahí, observando el mundo. Los árboles se agitaban, miles de coches pasaban a toda velocidad y la gente, la gente caminaba a toda prisa. Nadie miraba a nadie, sólo se fijaban en las pequeñas pantallas que tenían entre las manos. Entre tanto ella se preguntaba por qué con la cantidad de gente que había, alguien se había fijado en ella. Será que ese alguien, como ella, no miraban pantallas y caminando por la calle buscaban los ojos de la gente, lo cual es toda una osadía.
Un repiqueteo en el cristal. Comenzó a llover.
Ella seguía recordando lo que en algún momento ella consideró felicidad. Una sonrisa de oreja a oreja se reflejó en el cristal, y el sonido de un cigarro consumiéndose era lo único que se oía. “Volverán esos días”, pensó. Y nunca había estado tan segura de algo en su vida. Ella sabía que volvería a ser feliz como en aquella época que se pasaba el día recorriendo las calles, terminando los días con un te quiero en una pantalla. “Qué tontería”, volvió a pensar. Creía que lo que la hacía feliz eran esas palabras, “te quiero”, y sólo cuando no la tuvo se dio cuenta de que no eran esas absurdas palabras, era la persona. Esa persona.
Otra lágrima cayó. Por la añoranza, por poder volver a esos tiempos en los que estaba metida en una nube, protegida del resto del mundo. El problema estaba dentro.
Apagó el cigarro, se preparó para salir a la calle a comerse el mundo como hiciera antaño. Basta de lamentarse, estaba harta. Decidió que podía ser feliz, que iba a ser feliz. Cogió el coche y se dirigió hacia ninguna parte, para acabar en la playa sentándose en la orilla del mar. Era libre, sintió. Observó las olas, cómo se rompían en la orilla y recordó lo que era jugar a escapar de ellas cuando era pequeña.
Y observó. Más gente mirando más pantallas, usándolas para sacar fotos y grabar vídeos. Y ella ahí quieta, mirando. El viento sacudía su pelo hacia todas partes.
Aquella noche acabó sentada otra vez al lado de la ventana, con un cigarro entre los labios y de fondo a Lana del Rey. Su pantalla se ilumina con la notificación de un mensaje, una sonrisa de oreja a oreja.
No es el mensaje, es la persona.
-Anxe Moledo
Hope is a dangerous thing for a woman like me to have
Escuchaba a Lana del Rey mientras el humo inundaba sus pulmones. A veces una lágrima se escurría por su cara. Se sentaba al lado de la ventana y se quedaba ahí, observando el mundo. Los árboles se agitaban, miles de coches pasaban a toda velocidad y la gente, la gente caminaba a toda prisa. Nadie miraba a nadie, sólo se fijaban en las pequeñas pantallas que tenían entre las manos. Entre tanto ella se preguntaba por qué con la cantidad de gente que había, alguien se había fijado en ella. Será que ese alguien, como ella, no miraban pantallas y caminando por la calle buscaban los ojos de la gente, lo cual es toda una osadía.
Un repiqueteo en el cristal. Comenzó a llover.
Ella seguía recordando lo que en algún momento ella consideró felicidad. Una sonrisa de oreja a oreja se reflejó en el cristal, y el sonido de un cigarro consumiéndose era lo único que se oía. “Volverán esos días”, pensó. Y nunca había estado tan segura de algo en su vida. Ella sabía que volvería a ser feliz como en aquella época que se pasaba el día recorriendo las calles, terminando los días con un te quiero en una pantalla. “Qué tontería”, volvió a pensar. Creía que lo que la hacía feliz eran esas palabras, “te quiero”, y sólo cuando no la tuvo se dio cuenta de que no eran esas absurdas palabras, era la persona. Esa persona.
Otra lágrima cayó. Por la añoranza, por poder volver a esos tiempos en los que estaba metida en una nube, protegida del resto del mundo. El problema estaba dentro.
Apagó el cigarro, se preparó para salir a la calle a comerse el mundo como hiciera antaño. Basta de lamentarse, estaba harta. Decidió que podía ser feliz, que iba a ser feliz. Cogió el coche y se dirigió hacia ninguna parte, para acabar en la playa sentándose en la orilla del mar. Era libre, sintió. Observó las olas, cómo se rompían en la orilla y recordó lo que era jugar a escapar de ellas cuando era pequeña.
Y observó. Más gente mirando más pantallas, usándolas para sacar fotos y grabar vídeos. Y ella ahí quieta, mirando. El viento sacudía su pelo hacia todas partes.
Aquella noche acabó sentada otra vez al lado de la ventana, con un cigarro entre los labios y de fondo a Lana del Rey. Su pantalla se ilumina con la notificación de un mensaje, una sonrisa de oreja a oreja.
No es el mensaje, es la persona.
-Anxe Moledo
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