Los cuentos

 Fanática de inventar escenarios y personajes en su cabeza, recopilaba pequeños cuentos en su desgastado cuaderno, esperando algún día, salir a la luz.

Le gustaba imaginarse narrándoselos a los niños antes de dormir, sobrinos, hermanos...Pero en el momento de empezar a hablar, las palabras se atascaban en su garganta y su mente se volvía un gran muro en blanco. Sabía perfectamente que sus cuentos siempre llevaban algo escondido, un recuerdo, un sentimiento. Le dolía y le costaba exteriorizar esas palabras que con tanta pasión escribía.

No sólo le pasaba con los cuentos. En realidad, esa fue la gota que colmó el vaso para ser consciente de que así como le sucedía con un simple cuento para dormir a un niño, también le sucedía en el momento de tener que expresar, todo lo demás.

Nunca supo dejar que las palabras fluyeran así como se escribían en un papel. Su mayor terapia, su mayor desahogo, ese cuaderno que llevaba siempre con ella, pero que no dejaba leer a nadie. Las historias seguían creándose y viviendo en sus páginas, dejando un pedacito de ella con cada punto final.

En una cálida tarde de primavera, cuando la brisa de la tarde no es molesta y el sol calienta la piel, su cuerpo se tensó en el momento en que sintió una figura cerca. Una cara conocida, una sonrisa cómplice.

—¿Me dejas leer?

Los ojos de ella se abrieron como platos, y comenzó a dudar de si debía hacerlo.

—No es bueno —se justificó.

Otra sonrisa, esta vez tranquilizadora, fue la que inconscientemente causó que su mano se extendiera, tendiéndole el cuaderno aún abierto. Con los nervios a flor de piel, observaba cómo la otra persona devoraba página tras página la historia que hasta hace pocos minutos eran simples ideas desordenadas en una cabeza que nunca dejaba de crear.

Ahora los ojos que se abrían eran los de su acompañante.

—Es un cuento —musitó.

La duda de ella era más que evidente. ¿Eso quería decir que le había gustado?

La respuesta a esta pregunta mental llegó segundos después.

—No es bueno, es maravilloso.

Con el cuaderno apretado contra el pecho, el corazón desbocado y una sonrisa de oreja a oreja, ella se alejó de forma lenta y tranquila, dejando la promesa de que la siguiente vez que se volvieran a encontrar, no sólo le escribiría un cuento, se atrevería incluso a contárselo.

-AnxeMoledo

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