La deriva

 Las palabras no nacen de la lógica, salen del corazón. 

Por eso ella no encontraba las palabras para definir sus sentimientos, opiniones, porque su cabeza no podía meterse donde mandaba su corazón.

Siempre pensó que no tenía la capacidad suficiente para expresarse, para hacerse entender. Tampoco le importaba no ser comprendida, pero quizás sí necesitaba que la escucharan, aún cuando no estuviese diciendo nada.

Le parecía increíble cómo algunas personas no eran capaces de ver el lenguaje corporal de otras, cómo creían en palabras sin fijarse en algo tan importante como lo es una mirada, la postura. Ella leía a las personas pensando en que tal vez el resto también era capaz de leerla a ella, o que por lo menos le pasaría algún día. 

¿Pero cómo iban a conseguir los demás lo que ni ella misma era capaz de hacer? 

No se comprendía, no le gustaban sus charlas internas y las evitaba a toda costa. No atendía a la razón porque le dolía, ignoraba sus sentimientos porque eran demasiado locos y peligrosos como para ser escuchados.

—No puedes llevarlo todo tú sola.

Era cierto, ya lo sabía. Pero por no molestar, por no atreverse a mostrarse débil, prefería callárselo.

—Sí que puedo.

Mentira. No esperaba que la creyeran, sabía que no lo iban a hacer, pero el resto no sabía que ella no quería engañarlos a ellos, quería engañarse a sí misma. Porque si ella se lo creía, podría sonar lo suficientemente convincente como para que el resto empezara a creerla.

En este juego cabeza-corazón el ganador estaba más que claro, los sentimientos siempre fueron antes que la razón.

-Anxe Moledo

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